La sexta extinción masiva es un término que se utiliza para describir la desaparición acelerada de especies animales y vegetales que se está produciendo en la actualidad. A diferencia de las cinco extinciones masivas anteriores, causadas por fenómenos naturales como impactos de meteoritos o erupciones volcánicas, esta tiene un origen principalmente humano. La deforestación, la sobreexplotación de recursos, la contaminación, el cambio climático y determinadas prácticas productivas están provocando un ritmo de pérdida de biodiversidad sin precedentes en la historia moderna.
¿Qué es una extinción masiva?
En biología, se habla de extinción masiva cuando más del 75 % de las especies del planeta desaparecen en un periodo geológicamente corto. Hasta ahora, la Tierra ha vivido cinco de estos episodios, el más conocido de ellos el que puso fin a los dinosaurios hace 66 millones de años. Cada uno de estos eventos supuso una reorganización completa de los ecosistemas, con consecuencias que se prolongaron durante millones de años.
Hoy en día, los científicos advierten que se está viviendo una sexta extinción masiva, pero con la particularidad de que esta no responde a un fenómeno natural inevitable, sino a la actividad humana. La velocidad actual de desaparición de especies es entre 100 y 1000 veces superior a la tasa natural de extinción, lo que pone de manifiesto la magnitud del problema.
La sexta extinción masiva y la agricultura
La agricultura desempeña un papel central en este proceso. Desde hace siglos, la expansión agrícola ha sido una de las principales causas de pérdida de biodiversidad. La transformación de bosques, humedales y praderas en tierras de cultivo ha reducido los hábitats naturales de numerosas especies. En particular, la deforestación de áreas tropicales para el cultivo de soja, palma o pastos para la ganadería intensiva está considerada uno de los motores más potentes de esta sexta extinción masiva.
Además de la pérdida de hábitats, el uso de pesticidas y fertilizantes químicos tiene un fuerte impacto en la fauna silvestre. Los polinizadores, como abejas y mariposas, se ven especialmente afectados por estas sustancias, lo que no solo amenaza la biodiversidad, sino que también repercute en la propia agricultura, que depende en gran medida de la polinización natural.
El monocultivo extensivo es otro de los factores relacionados con la agricultura que contribuyen a este proceso. Al homogeneizar los paisajes agrícolas y reducir la diversidad de cultivos, se limitan los recursos disponibles para muchas especies alterando así los ecosistemas locales.

Impacto de la sexta extinción masiva en la agricultura
La relación entre la agricultura y la sexta extinción masiva no es unidireccional. La pérdida de biodiversidad también afecta al propio sector agrícola. En este sentido, la desaparición de polinizadores, la reducción de la fertilidad natural del suelo por la pérdida de microorganismos y la degradación de los ecosistemas generan riesgos para la producción de alimentos.
Los suelos, por ejemplo, dependen de una amplia comunidad de bacterias, hongos e invertebrados que reciclan nutrientes y mejoran su estructura. La disminución de esta biodiversidad edáfica compromete la productividad a largo plazo. De igual modo, la desaparición de especies silvestres que actúan como controladores naturales de plagas aumenta la dependencia de productos químicos, lo que perpetúa un círculo de impactos negativos tanto en el medio ambiente como en la agricultura misma.
Por otra parte, los efectos del cambio climático (estrechamente relacionados con la pérdida de biodiversidad) generan fenómenos extremos que afectan directamente a los cultivos, como sequías más prolongadas, olas de calor o precipitaciones torrenciales. En este sentido, la sexta extinción masiva y el deterioro ambiental asociado suponen un reto creciente para la seguridad alimentaria mundial.
Agricultura sostenible como respuesta
Frente a este panorama, la agricultura sostenible se presenta como una herramienta clave para frenar el avance de la sexta extinción masiva. Prácticas como la rotación de cultivos, la agroecología, la reducción del uso de agroquímicos o la protección de hábitats naturales dentro de las explotaciones contribuyen a mitigar el impacto. La integración de setos, corredores biológicos y áreas de refugio para la fauna en los sistemas productivos también ayuda a conservar la biodiversidad.
La innovación tecnológica ofrece, asimismo, oportunidades para reducir la presión de la agricultura sobre el medio ambiente. El riego eficiente, el uso de fertilizantes de liberación controlada y la digitalización de procesos permiten optimizar recursos y disminuir el impacto ecológico de las explotaciones agrícolas.
Conclusión
La sexta extinción masiva es uno de los mayores desafíos ambientales de nuestro tiempo y la agricultura se encuentra en el centro de este problema. Sin embargo, también tiene en sus manos gran parte de la solución. Adaptar las prácticas agrícolas hacia modelos más sostenibles no solo ayudará a proteger la biodiversidad, sino que garantizará la viabilidad de la producción de alimentos para las próximas generaciones.
Imagen principal de Chris Seward.
Imagen central de Ángel de los Ríos.
Este título está muy realista y tremenda conciencia que debemos tomar todos en especial quienes hacemos agricultura.
Gracias por tu comentario. Tienes razón, los que trabajamos en el sector tenemos que concienciarnos sobre estos temas.