La negrilla, también conocida como fumagina, es una enfermedad vegetal de origen fúngico que se manifiesta mediante la aparición de una capa negra y polvorienta sobre hojas, tallos y frutos. Este fenómeno es consecuencia del desarrollo de distintos hongos saprófitos que aprovechan la melaza segregada por insectos como pulgones, moscas blancas o cochinillas. Aunque la negrilla no se alimenta directamente de la planta, su presencia compromete seriamente la capacidad fotosintética y reduce la vitalidad del cultivo.
La negrilla se produce cuando hongos como Capnodium, Cladosporium o Alternaria colonizan la superficie de la planta. Estos organismos no invaden los tejidos, sino que crecen sobre los azúcares excretados por plagas chupadoras de savia. El resultado es una capa oscura, similar al hollín, que recubre progresivamente las partes expuestas de la planta.
Este oscurecimiento dificulta la fotosíntesis, limita la respiración de los tejidos vegetales y, en casos graves, puede impedir el correcto desarrollo de frutos y hojas nuevas. Además, provoca un deterioro estético que reduce el valor comercial de los productos hortofrutícolas afectados.
Especies más afectadas
La negrilla se presenta en una amplia variedad de especies vegetales, aunque su incidencia es especialmente notable en cultivos frutales. Cítricos como el naranjo, el limonero o el mandarino son especialmente sensibles debido a la frecuencia con la que sufren ataques de pulgón y cochinilla.
Otros frutales afectados incluyen el olivo, el manzano, el peral o el membrillo. También se han documentado casos en plantas ornamentales y en algunos cultivos hortícolas. En general, cualquier especie susceptible a plagas chupadoras puede convertirse en huésped de la negrilla.
Consecuencias de la negrilla
Aunque la negrilla no destruye directamente el tejido vegetal, sus efectos indirectos son significativos. El recubrimiento fúngico disminuye la fotosíntesis, lo que reduce el crecimiento de la planta y su capacidad de producir frutos de calidad. En cítricos, por ejemplo, los frutos pueden presentar manchas ennegrecidas que afectan a su comercialización, incluso aunque no haya daños internos.
Además, su presencia suele indicar un problema de base: la proliferación de plagas que secretan melaza. Por ello, la negrilla suele actuar como un síntoma visible de desequilibrios en el manejo fitosanitario.

Control y prevención de la negrilla
El manejo de la negrilla se basa en dos estrategias principales: el control de plagas productoras de melaza y la limpieza del material vegetal afectado.
El primer paso consiste en reducir la población de insectos que generan las condiciones para el desarrollo del hongo. Para ello pueden emplearse insecticidas, métodos biológicos mediante depredadores naturales o técnicas de control integrado. La elección dependerá del tipo de cultivo y de la normativa vigente en cada región.
Una vez controladas las plagas, es posible eliminar los restos de negrilla mediante lavados con agua a presión o con productos específicos que ayudan a disolver la capa fúngica. En algunos casos, la aplicación de tratamientos fungicidas puede complementar las labores de limpieza, aunque no siempre es necesaria, ya que la negrilla no invade los tejidos internos.
El manejo cultural también resulta fundamental. Mantener una poda adecuada que favorezca la aireación de la copa, así como aplicar fertilización equilibrada, contribuye a reducir la proliferación de plagas y, con ello, la incidencia de negrilla.
Un reto constante en los frutales
La negrilla representa un desafío recurrente para la agricultura mediterránea, especialmente en cítricos y olivos. Su impacto económico se relaciona no solo con la disminución del rendimiento, sino también con la pérdida de calidad visual de los frutos destinados a la exportación. Por ello, la prevención y el control integrado se convierten en herramientas indispensables para reducir su presencia.
La combinación de vigilancia constante, control biológico y prácticas culturales adecuadas permite mantener a raya a este hongo. Aunque la negrilla por sí misma no mata a la planta, sí puede comprometer gravemente la productividad de los cultivos si no se aborda de manera adecuada.
Imágenes de Scot Nelson.