La capilaridad del suelo. Un fenómeno en ascenso

La capilaridad del suelo es un fenómeno físico fundamental en la dinámica del agua en los ecosistemas terrestres y, en especial, en los sistemas agrícolas. Este proceso consiste en el ascenso del agua a través de los poros del suelo debido a la acción combinada de la tensión superficial del agua y la adhesión de sus moléculas a las partículas sólidas del terreno. De este modo, la capilaridad permite que el agua se desplace desde capas más profundas hacia las capas superficiales, incluso en ausencia de precipitaciones recientes.

El principio de capilaridad

Este prodigio se explica a través del principio de capilaridad, que también se observa en otros medios porosos como un papel secante o una esponja. A grandes rasgos, funciona de la siguiente manera. En el suelo, los espacios entre partículas actúan como tubos capilares por los que el agua asciende. La altura a la que puede llegar el agua depende de la textura del suelo: en suelos finos, como los arcillosos, los poros son más pequeños y la capilaridad es mayor, aunque el movimiento es más lento; en suelos arenosos, los poros son más grandes, lo que reduce la altura de ascenso pero permite un movimiento más rápido.


Capilaridad del suelo

La importancia de la capilaridad del suelo

La capilaridad del suelo tiene un impacto directo sobre la disponibilidad hídrica de las plantas. Gracias a este fenómeno, el agua almacenada en capas más profundas puede llegar a la zona radicular incluso en momentos de escasez de lluvias. Sin embargo, su eficacia depende del equilibrio entre humedad, evaporación y profundidad de las capas freáticas. Cuando la capa freática está demasiado profunda, la capilaridad no es suficiente para llevar el agua hasta la superficie, lo que puede afectar negativamente al cultivo.

Otro aspecto relevante de la capilaridad del suelo es su papel en la salinización de los suelos. En zonas áridas o con riego intensivo, el agua freática rica en sales puede ascender por capilaridad y evaporarse en la superficie, dejando atrás los compuestos salinos. Esta acumulación progresiva puede deteriorar la estructura del suelo y limitar la productividad agrícola. Por ello, el control de la profundidad de la capa freática y el tipo de riego utilizado son factores clave para minimizar este riesgo.

Su efecto en la agricultura

El manejo agronómico del suelo puede modificar o aprovechar la capilaridad del suelo. Por ejemplo, el uso de coberturas vegetales o acolchados orgánicos reduce la evaporación superficial y mantiene la humedad ascendente por más tiempo. Asimismo, una adecuada estructuración del suelo, mediante laboreo racional o técnicas de conservación, permite mantener la porosidad ideal para el movimiento ascendente del agua sin comprometer el equilibrio con otros factores, como la aireación o la infiltración.

En sistemas agrícolas con escasez hídrica, la capilaridad del suelo puede convertirse en un aliado estratégico. El riego subterráneo, por ejemplo, se basa en este principio: se sitúa el agua en capas inferiores, permitiendo que ascienda gradualmente hacia las raíces sin mojar la superficie, lo que disminuye las pérdidas por evaporación. Este tipo de prácticas adquiere especial relevancia en contextos de cambio climático y creciente presión sobre los recursos hídricos.

También es importante tener en cuenta que la capilaridad del suelo no actúa de forma aislada. Factores como la compactación, el contenido de materia orgánica o la actividad biológica del suelo afectan directamente la estructura y, por tanto, el comportamiento capilar. Un suelo sano, con buena agregación y biodiversidad microbiana, facilita una distribución más uniforme del agua y reduce los problemas asociados a excesos o déficits hídricos.

En resumen, la capilaridad del suelo es un mecanismo natural imprescindible para el movimiento del agua en el perfil edáfico. Su conocimiento y manejo adecuado son esenciales para mejorar la eficiencia hídrica de los cultivos, prevenir problemas como la salinización y optimizar el uso de los recursos en la agricultura moderna.


Imagen principal de Ken Lund.

Imagen central de Climate Change, Agriculture and Food Security.

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