La reactivación de la política de aranceles por parte del presidente Donald Trump ha generado profundas inquietudes en el sector agroalimentario español. Estas nuevas tarifas, del entorno del 20 %, junto a las correspondientes contramedidas de la UE del 15 %, representan una amenaza real a la competitividad del campo español en uno de sus principales mercados exteriores.
¿En qué consisten los nuevos aranceles?
El 2 de abril de 2025, la administración Trump anunció un paquete de aranceles generales del 20 % a todos los productos importados desde la Unión Europea. Estos gravámenes se sumaban a otras medidas previas sobre el acero, el aluminio o los automóviles, conformando así una nueva oleada proteccionista en estados Unidos. En paralelo, y tras varias negociaciones, la UE logró una reducción parcial de hasta un 15 %.
Impacto directo sobre la agricultura española
Ahora, el actual paquete arancelario pone en jaque a productos emblemáticos como el aceite de oliva, el vino, las aceitunas de mesa, los quesos y las conservas vegetales. Este último año, España exportó más de 3 500 millones de euros en productos agroalimentarios a EE.UU. Más de 1 000 millones correspondían solo a aceite. Las bodegas de vino españolas, por su parte, advierten que estas medidas podrían suponer un golpe directo a su supervivencia, especialmente porque EE.UU. es el primer destino del vino espumoso nacional, y uno de los principales del producto en general.
En cuanto a cómo afectan estas políticas según el territorio, el resultado es desigual. Regiones como Andalucía, por ejemplo, dependen en gran parte del mercado estadounidense: en 2024, más del 8,6 % de sus exportaciones regionales estaban destinadas a EE.UU.

Efecto en cifras globales
Productos como el aceite, el vino y las conservas incrementarán el precio en destino, lo que reducirá las exportaciones y provocará mayores costos para los consumidores estadounidenses. En líneas generales, se proyecta una caída estimada de hasta el 12 % en estas exportaciones, una cifra que puede traducirse en pérdidas millonarias.
España ha denunciado que estas medidas son injustificadas y contrarias a la lógica del comercio. Agrupaciones como FIAB (Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas) las considera un error grave y ha pedido una respuesta rápida y contundente desde el Gobierno y la UE. UGT FICA advierte del riesgo para las pymes agrícolas, muchas ubicadas en zonas rurales con escasas alternativas comerciales.
Medidas de respuesta a los aranceles
Como contrapartida, el gobierno de España anunció un Plan de Respuesta y Reactivación Comercial dotado con 14 100 millones de euros y destinado a proteger empresas y empleo, incluyendo préstamos para realizar inversiones en la producción nacional.
Por otra parte, determinados sectores regionales ya estudian estrategias de diversificación hacia otros mercados alternativos, una reorientación de las exportaciones e incluso la inversión directa en EE.UU. Con el objetivo de sortear barreras arancelarias.
Más allá del campo: efectos indirectos
El impacto de estos aranceles no se limita a exclusivamente a los productos agroalimentarios. Sectores como el industrial, el farmacéutico, el automovilístico y el de los bienes de equipo también se ven gravemente afectados. Esto, a la larga, repercute indirectamente en el campo al alterar cadenas como las de suministro y demanda.
La imposición de aranceles por parte de EE.UU. ha generado una tormenta comercial con efectos inquietantes para la agricultura española. Sectores como el aceite de oliva, el vino y las aceitunas se enfrentan a un escenario de incertidumbre, al aumento de precios y a la pérdida de competitividad. Ante esta situación, la estrategia de respuesta debería implicar una combinación de apoyo público inmediato, diversificación de mercados y diplomacia activa. El reto es doble: mantener el impulso exportador y preservar la viabilidad del campo español en el marco de un comercio global cada vez más proteccionista.