Lechugas en Marte, la realidad de la agricultura espacial

Viajar por el espacio, colonizar otros mundos y vivir en un adosado con vistas a las rojas colinas de Marte son realidades propias de las novelas de ciencia ficción. No obstante, hace décadas que diversas investigaciones científicas se centran en especular sobre bajo qué condiciones podría desarrollarse la vida humana en entornos extraterrestres. Dentro de este contexto, los estudios sobre la llamada agricultura espacial han avanzado enormemente hasta dar por superado el plano teórico de algunas de sus premisas.

Desde que el ser humano consiguiese viajar al espacio, la posibilidad de asentarse en otros planetas ha sido una constante en las investigaciones de diversas agencias espaciales que han puesto en la agricultura su punto de mira. Se hace así imprescindible teorizar sobre los cultivos extraterrestres; sobre la respuesta de las plantas a unas condiciones atmosféricas radicalmente diferentes o sobre los métodos que habría que emplear para garantizar una buena y saludable cosecha.

Los orígenes de la agricultura espacial

Ya en 1987, el científico chino Jiang Xingcun envió al espacio un satélite con varias semillas en su interior para investigar el comportamiento de las mismas tras una buena temporada de viaje. Desde entonces, China se consolidó como una pionera en el campo de la agricultura espacial y llegó incluso a fundar el Centro de Investigación de Semillas Espaciales, dependiente de la Academia China de Ciencias Agrícolas.

En la actualidad, diversas agencias espaciales como la NASA o la ESA trabajan activamente en el estudio de la agricultura aplicada a la realidad extraterrestre. La búsqueda de unas óptimas condiciones bioregenerativas ocupa buena parte de los esfuerzos de estas investigaciones. El objetivo final es lograr reproducir un hábitat estable donde plantas y humanos puedan autoabastecerse gracias a la presencia de determinados microorganismos y al reciclaje de agua y aire respirable. Por supuesto (y al menos oficialmente), hoy en día todo esto sigue formando parte de un plano de investigación teórico.

El huerto extraterrestre

Donde sí se han obtenidos resultados efectivos es en el cultivo de especies terrestres más allá de las fronteras de nuestro planeta. Tiempo atrás, la NASA trabajó en varios proyectos que buscaban crear sistemas que permitiesen a los astronautas cultivar sus propios vegetales durante los viajes espaciales. Lograr este fin supondría enormes beneficios psicológicos a los propios astronautas y un notable ahorro económico a las agencias encargadas de ponerlos en órbita. Tras años de trabajo, la NASA anunció el éxito de Veggie, un pequeño invernadero que funcionaba en parte gracias a la iluminación led y que era perfectamente instalable en vehículos y estaciones espaciales.

Si bien los primeros alimentos fueron enviados a la Tierra para su estudio, hace ya cerca de dos años que los astronautas pueden disfrutar de ensaladas elaboradas con vegetales cultivados por ellos mismos en el espacio. El aliciente que estos avances suponen para las investigaciones relacionadas con la agricultura espacial es evidente y el futuro se muestra esperanzador para muchos científicos.

El siguiente paso es descubrir cómo asentar una producción agrícola en suelo extraterrestre. Para ello se toma como referencia Marte y se busca dentro de la Tierra aquellos suelos que presenten unas condiciones similares a las del planeta rojo. Por ahora, se han cosechado algunos éxitos entre los que destaca el proyecto Patatas en Marte, que logró cultivar tubérculos en condiciones que prácticamente rozaban lo marciano.

Está claro que la agricultura espacial es ya una realidad que se aleja de la ciencia ficción. Cada vez resulta más viable imaginar campos de cultivo en otros planetas, con tractores que necesiten repuestos agrícolas fabricados con tecnología aeroespacial.

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