Algunos suelos difíciles para la agricultura

Por todos es bien sabido que no hay dos suelos iguales. Ya sea por sus diferentes niveles de Ph o por las condiciones geológicas propias de cada lugar, la superficie terrestre está plagada de terrenos donde la práctica agrícola se ve obstaculizada. Si bien es cierto que todos los suelos son susceptibles de alojar algún tipo de cultivo, muchos de ellos pueden responder a características propias que requieran acciones, material y repuestos agrícolas específicos. Existen muchas clases de suelos difíciles para la agricultura, pero hoy vamos a centrarnos en cuatro de los principales.

Agricultura en suelos pedregosos

Los suelos con una alta cantidad de piedras limitan el crecimiento natural de las plantas al mismo tiempo que dificultan su obtención de alimentos y producen deformaciones en sus tallos. Además, estos suelen ser poco dados a la permeabilidad y presentan una notable carencia de minerales que los hacen poco atractivos para el trabajo agrícola.

Lo primero que hay que hacer en este tipo de terrenos es retirar el exceso de piedras. Una vez eliminadas las de mayor diámetro, puede tamizarse el resto con una malla para filtrar otras menores. Posteriormente, debe incorporarse tierra nueva o abono para crear un sustrato fértil. Conforme las diferentes siembras se vayan sucediendo, se irá eliminando un número mayor de piedras y mejorarán las condiciones del suelo.

Algunas plantas como las xerófilas están bien adaptadas a su cultivo en suelos pedregosos. Por las características de estos terrenos, hay que tener especial cuidado de no dañar los aperos y contar con los recambios agrícolas adecuados.

Agricultura en suelos arenosos

Este tipo de terrenos presenta un bajo grado de retención de agua y nutrientes. Aunque al hablar de ellos pensemos inmediatamente en un desierto, un suelo puede ser arenoso en varios niveles. La mejor manera para identificarlos es mojar un puñado de su tierra y tratar de apelmazarla en la mano. Si la tierra se desliza entre los dedos, contamos con un suelo de carácter arenoso.

Por lo general, la mayoría de especies pueden crecer en suelos de este tipo. Aun así, y para mejorar sus condiciones, conviene preparar el sustrato aportando materia orgánica en una proporción similar a 3 partes de tierra por cada una de arena.

Agricultura en suelos alcalinos

Siempre se ha dicho que en agricultura el suelo no debe de ser ni muy ácido ni muy alcalino. En este sentido, los suelos alcalinos son aquellos que muestran un nivel de Ph por encima de la media; este hecho favorece una lenta permeabilidad e impide la buena absorción de nutrientes. En muchos casos el agua que cae sobre los suelos alcalinos se estanca en la superficie haciéndolos buenos receptores de plantas gramíneas o arrozales.

Para tratar estos suelos haría falta aumentar la acidez de los mismos. Este proceso no es sencillo y puede conseguirse mediante varias acciones como incorporar materia orgánica, sulfato de aluminio o sulfato de azufre. Todas ellas serán opciones válidas para reducir el nivel de Ph del terreno.

Agricultura en suelos ácidos

Al contrario que sucede en el caso anterior, estos suelos destacan por contar con un nivel de Ph menor a la media que es responsable del descenso de su fertilidad. La principal acción para tratarlos es aumentar su nivel de calcio mediante un proceso denominado “encalado”.

El encalado de suelos ácidos favorece el aumento del nivel de hidrógeno en los mismos. Esto facilita la presencia de microorganismos y bacterias que, en última instancia, serán los responsables del aporte de nutrientes necesario. Este proceso puede lograrse de manera sencilla mediante la incorporación de productos como cal agrícola, óxido de calcio, hidróxido de calcio, cal dolomítica u óxido de magnesio.

Como puede verse, es difícil encontrar suelos donde la agricultura sea imposible. Conocer las características del terreno, tener la voluntad de trabajarlo y contar con los conocimientos y medios para actuar sobre él deberían bastar para lograr arraigar cultivos en suelos difíciles.

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